DEPORTES
12/06/2025
Chile otra vez afuera: el Mundial como espejo de un sistema que no aprende
Por REDACCION


Por René Arriagada
Los responsables están a la vista: representantes que manejan las selecciones como si fueran sus vitrinas privadas de negocios, una ANFP sin proyecto deportivo real, y medios que venden humo después de cada partido, celebrando cualquier amague como si estuviéramos a nivel de elite.
Mientras tanto, seguimos atados a viejas figuras que, con todo el respeto a su historia, ya cumplieron su ciclo. Se sigue ensalzando a jugadores como Arturo Vidal, pero se destroza mediáticamente a los pocos jóvenes que podrían representar un futuro distinto: Darío Osorio, Lucas Assadi, o incluso a Benjamín Echeverría, criticado solo por reírse durante el entretiempo del Chile-Argentina conversando con Rodrigo De Paul.
Lo más grave es que jugadores buenos hay. No es un tema de escasez de talento. Nombres como Lucas Assadi, Darío Osorio, Lucas Cepeda, Javier Altamirano, Fabián Hormazábal, Marcelo Morales, Felipe Loyola, Luciano Cabral, Pablo Galdames, Rodrigo Echeverría, Ben Brereton o Vicente Pizarro —pese a su actual mal momento— son solo parte de una generación que nunca tuvo el espacio ni el respaldo necesario. Entre muchos otros.
El problema es que el propio entrenador, Ricardo Gareca, jamás se tomó en serio el proceso de renovación. Por presión mediática, por cálculo o simplemente por falta de convicción en un verdadero proyecto, terminó recurriendo a los mismos de siempre. Y cuando intentó darles minutos a los nuevos, lo hizo sin contexto, sin trabajo previo, sin continuidad, casi como si les estuviera dando una prueba pública bajo fuego mediático.
Como si todo esto fuera poco, ahora algunos —alimentados por una serie de televisión liviana— incluso creen que Sergio Jadue fue un buen gestor. Cuando en realidad lo único que gestionó bien fue salvarse a sí mismo delatando a media Conmebol ante la justicia norteamericana. Algo que a Chile le siguen, y le seguirán, cobrando. Porque ni siquiera como mafioso supo hacer las cosas.
Mientras otros países de la región construyen proyectos serios, con estructuras sólidas de formación y competencia, nosotros seguimos atrapados en el cortoplacismo, la farándula futbolera y una profunda falta de autocrítica.
El resultado está a la vista: otra generación que se queda sin Mundial. Y cada vez más lejos.
Fuente: La Razón
Los responsables están a la vista: representantes que manejan las selecciones como si fueran sus vitrinas privadas de negocios, una ANFP sin proyecto deportivo real, y medios que venden humo después de cada partido, celebrando cualquier amague como si estuviéramos a nivel de elite.
Mientras tanto, seguimos atados a viejas figuras que, con todo el respeto a su historia, ya cumplieron su ciclo. Se sigue ensalzando a jugadores como Arturo Vidal, pero se destroza mediáticamente a los pocos jóvenes que podrían representar un futuro distinto: Darío Osorio, Lucas Assadi, o incluso a Benjamín Echeverría, criticado solo por reírse durante el entretiempo del Chile-Argentina conversando con Rodrigo De Paul.
Lo más grave es que jugadores buenos hay. No es un tema de escasez de talento. Nombres como Lucas Assadi, Darío Osorio, Lucas Cepeda, Javier Altamirano, Fabián Hormazábal, Marcelo Morales, Felipe Loyola, Luciano Cabral, Pablo Galdames, Rodrigo Echeverría, Ben Brereton o Vicente Pizarro —pese a su actual mal momento— son solo parte de una generación que nunca tuvo el espacio ni el respaldo necesario. Entre muchos otros.
El problema es que el propio entrenador, Ricardo Gareca, jamás se tomó en serio el proceso de renovación. Por presión mediática, por cálculo o simplemente por falta de convicción en un verdadero proyecto, terminó recurriendo a los mismos de siempre. Y cuando intentó darles minutos a los nuevos, lo hizo sin contexto, sin trabajo previo, sin continuidad, casi como si les estuviera dando una prueba pública bajo fuego mediático.
Como si todo esto fuera poco, ahora algunos —alimentados por una serie de televisión liviana— incluso creen que Sergio Jadue fue un buen gestor. Cuando en realidad lo único que gestionó bien fue salvarse a sí mismo delatando a media Conmebol ante la justicia norteamericana. Algo que a Chile le siguen, y le seguirán, cobrando. Porque ni siquiera como mafioso supo hacer las cosas.
Mientras otros países de la región construyen proyectos serios, con estructuras sólidas de formación y competencia, nosotros seguimos atrapados en el cortoplacismo, la farándula futbolera y una profunda falta de autocrítica.
El resultado está a la vista: otra generación que se queda sin Mundial. Y cada vez más lejos.
Fuente: La Razón